15 de octubre de 2008

Recortes de Pedagogía del oprimido

Capítulo 1

No son pocos los campesinos que conocernos de nuestra experiencia educativa que, después de algunos momentos de discusión viva en torno de un tema que se les plantea como problema, se detienen de repente y dicen al educador: “Disculpe, nosotros deberíamos estar callados y usted, señor, hablando. Usted es el que sabe, nosotros los que no sabemos”.

Muchas veces insisten en que no existe diferencia alguna entre ellos y el animal y, cuando reconocen alguna, ésta es ventajosa para el animal. “Es más libre que nosotros”, dicen.

Por otro lado, es impresionante observar cómo, con las primeras alteraciones de una situación opresora, se verifica una transformación en esta auto-desvalorización. Cierta vez, escuchamos decir a un líder campesino, en reunión de una de las unidades de producción —un “asentamiento” de la experiencia chilena de reforma agraria—: “Nos decían que no producíamos porque éramos 'borrachos', perezosos. Todo mentira. Ahora, que somos respetados como hombres, vamos a demostrar a todos que nunca fuimos, 'borrachos', ni perezosos. Éramos explotados, eso si”, concluyó enfáticamente.

En tanto se mantiene nítida su ambigüedad, los oprimidos difícilmente luchan y ni siquiera confían en si mismos, Tienen una creencia difusa, mágica, en la invulnerabilidad del opresor. En su poder, del cual siempre da testimonio. En el campo, sobre todo, se observa la buena mágica del poder del señor.

Es necesario que empiecen a ver ejemplos de la vulnerabilidad del opresor para que se vaya operando en sí mismos la convicción opuesta a la anterior, Mientras esto no se verifique, continuarán abatidos, miedosos, aplastados.

Hasta el momento en que los oprimidos no toman conciencia de las razones de su estado de opresión, “aceptan” fatalistamente su explotación. Más aún, probablemente asuman posiciones pasivas, alejadas en relación a la necesidad de su propia lucha por la conquista de la libertad y de su afirmación en el mundo.

Poco a poco, la tendencia es la de asumir formas de acción rebelde. En un quehacer liberador, no se puede perder de vista esta forma de ser de los oprimidos, ni olvidar este momento de despertar.

Dentro de esta visión inauténtica de sí y del mundo los oprimidos se sienten como si fueran un “objeto” poseído por el opresor. En tanto para éste, en su afán de poseer, como ya afirmarnos, ser es tener casi siempre a costa de los que no tienen, para los oprimidos, en un momento de su experiencia existencial, ser ni siquiera es parecerse al opresor, sino estar bajo él. Equivale a depender. De ahí que los campesinos sean dependientes emocionales.

Freire y la dialogicidad

Freire en el texto “Pedagogía de la Esperanza”, cuenta que debatiendo con un grupo de campesinos en un momento “el silencio cayó sobre ellos y los envolvió a todos”, dado que aparentemente los campesinos no sabían sobre cómo seguir la discusión. Transcribimos el diálogo.
- Freire. Muy bien, yo sé, ustedes no saben. Pero ¿por qué yo sé y ustedes no saben?
- Campesino. Usted sabe porque es doctor. Nosotros no.
- Exacto. Yo soy doctor. Ustedes no. Pero ¿Por qué yo soy doctor y ustedes no?
- Porque usted fue a la escuela, ha leído, estudiado, y nosotros no.
- ¿Y por qué fui a la escuela?
- Porque su padre pudo mandarlo a la escuela, y el nuestro no.
- ¿Y por qué los padres de ustedes no pudieron mandarlos a la escuela?
- Porque eran campesinos como nosotros.
- ¿Y qué es ser campesinos?
- Es no tener educación ni propiedades, trabajar de sol a sol sin tener derechos no esperanza de un día mejor.
- ¿y por qué al campesino le falta todo eso?
- Porque así lo quiere Dios.
- ¿Y quién es Dios?
- Dios es el padre de todos nosotros.
- ¿Y quién es padre aquí en esta reunión?

Casi todos levantando la mano, dijeron que lo eran. Mirando a todo el grupo en silencio, me fijé – dice Freire – en uno de ellos, y le pregunté.

- ¿Cuántos hijos tienes?
- Tres.
- ¿Serías capaz de sacrificar a dos de ellos, sometiéndolos a sufrimientos, para que el tercero estudiara y se diera buena vida en Recife? ¿Serías capaz de amar así?
- ¡No!
- Y si tú, hombre de carne y hueso, no eres capaz de cometer tamaña injusticia, ¿Cómo es posible entender que la haga Dios? ¿Será de veras Dios quien hace esas cosas?

Dice Freire que se hizo un silencio diferente, completamente diferente del anterior, un silencio en que empezaba a compartirse algo. Y a continuación un campesino dijo:
- No. No es Dios quien hace todo eso. ¡Es el patrón!